miércoles, 3 de marzo de 2010

CÍRCULOS

¿Qué es lo que merece la pena? ¿Qué te llevas? Puedes dejar de leer si no estás dispuesto a tragarte un follón de ideas, corrijo, de impresiones provocadas por el estado de desánimo que tengo mientras escribo esto. Te resumo y así te lo piensas: va sobre frustraciones, prejuicios, carencias, necesidades de cambiar y sobre todo lo contrario. Son experiencias y puntos de vista personales que pueden no tener interés para ti. Si fuera una película nadie te diría “ves a verla”, excepto algún amigo gafa-pasta. Creo que tienes mejores cosas que hacer ahora mismo como tomarte unas cañas con tus amigos, irte a donde haga sol o contarle un chiste a alguien que aprecies.

Si ya has llegado hasta aquí te desvelaré que el argumento es la Universidad. De esto, el principio tiene que ver con las expectativas que personalmente haya podido tener en la cabeza antes de entrar en la carrera: conocer lo que había oído como “los mejores años”, el interés por el mundo del Derecho y la cultura, la vida universitaria.
Nada más entrar en la UAH ya me di cuenta de que nada de esto se ofrecía en su plenitud. Estuve matriculado en el turno de tarde, durmiendo toda la mañana, un tanto aburrido y esperando a que llegara el fin de semana para ver a los amigos del colegio y salir. Cuando entonces pensaba que era difícil coordinar horarios para verles, no imaginaba como se iría complicando con el tiempo. Entre tanto, iba curioseando las actividades culturales y comprobé que era una universidad moribunda, por lo que iba a Madrid cuando podía a empaparme de la vidilla universitaria, eventos, fiestas, performances, foros, etc. Algún amigo sabe que le envidio un poco y estuve a punto de cambiarme de universidad.Por otro lado, había empezado a conocer gente que me caía bien pero con la que tenía poco en común. Observé con distancia como la facultad era un pequeño avispero o un pequeño convento en el que era muy frecuente oír criticar como a monjas cuchicheando o el zumbido de avispas que aguijonean. No encajé del todo hasta que varias coincidencias me llevaron a conocer a las personas que más quiero en esta facultad. De todos los que estaban en las clases de Historia de la Filosofía fue de quienes más aprendí: de unos, descubrí lo fácil que fue congeniar con ellos y lo mejor sucedió cuando fuimos de viaje a Benidorm y me sentí entre amigos de verdad. De otros, aprendí a tener cuidado de quien te fías, pues los desengaños son moneda de uso diario que hay que aprender a sobrellevar.Sentí cómo al acabar aquel curso se cerraba un círculo. Me fui a trabajar a Escocia y allí lo cerré del todo. Abrí otros.

El segundo año fue el mejor que he vivido nunca. Lo pasé como un enano, constantemente de fiesta por Torrejón, Madrid, Alcalá. En esto conocí mucha gente increíble, amigos de amigos en cumpleaños de acá para allá (es curioso como el tuenti ayuda a reconstruir la memoria). Más aún cuando me cambié al turno de mañana en las clases y cree lazos con personas con las que pasaba horas hablando de intereses comunes. Me sentí muy animado y quise, a partir de entonces, producir esa “vidilla” que traía en mi cabeza y que vi en destellos en Madrid, pero producirla en esta facultad. Quería hacerlo con toda la gente que estuviera dispuesta a que la universidad no se limitara a copiar apuntes en clase. Este era el fondo de mis intenciones y sumado a la preocupación por lo que estaba pasando en ese momento con lo de Bolonia comenzó la Asamblea de Derecho, de la noche a la mañana. Después de unas cuantas semanas queriendo reproducir lo que pasaba en el resto de España, de dar información, de intentar que en una facultad de Derecho no fuera ajeno todo aquello, fracasó. La dejamos morir para no luchar contra gigantes. Al final Bolonia dejó de importarme, mucha información era falsa o confusa y no cuajó mi idea de que la Asamblea fuera un foro donde compartir inquietudes entre todos los estudiantes y un canal para expresarse y llevar a cabo iniciativas estudiantiles.De esa experiencia lo que me llevo conmigo es el apoyo de mis amigos, los de verdad, con los buenos ratos que pasamos montando la Asamblea en un “piso sindicalista”. También el día de protesta frente al Ministerio. Otra cosa que aprendí es que todo el tema de los movimientos estudiantiles básicamente es un mito, tal como puede serlo la “Movida Madrileña”. Por si se me quiere entender mejor en esto, recomiendo leer “Últimas tardes con Teresa”, que no quita mérito a los que recibieron porrazos pero desvela la leyenda que ha llegado a hoy y algunos siguen fantaseando con ella cuando salen a protestar. Guardo recortes de periódico de diferentes opiniones que espero contrastar con lo que dirán dentro de treinta años los medios sobre lo que fue el movimiento anti-Bolonia. ¡Bah! Ya verás cómo no faltará quien se cuelgue medallas sin haber conseguido nada o quien diga que “yo supe desde el principio que Bolonia era buenísimo”, mientras todo ha seguido igual. Hincando codos y currándoselo cada uno.

Posteriormente, y ya en otro ámbito, estuve escribiendo un cortometraje para la Escuela de Escritura e ingresé en la Compañía de Teatro de la Universidad. Ambas experiencias fueron muy ilusionantes y de nuevo inflamaron mis ganas por seguir buscando ese algo que le faltaba a mi paso por la Universidad. Mientras duraron me lo dieron. Tuve ese momento de plenitud en el que sacié mis intereses, no paraba de aprender cantidad de cosas, disfruté de mi novia, de mis amigos y de mis compañeros, el tiempo se estiraba y estiraba para poder hacer mil actividades, pero acaba siendo fugaz. Es una sensación entremezclada si recuerdo como el tiempo entonces se dilataba y parecía no pasar, pero ahora pienso que el plazo fue breve. Abril, Mayo, Junio. Puedo cerrar los ojos y verme en un coche cantando en euskera mientras pasábamos la frontera de Andorra, rodeados de maletas y gritando “somos los niños de la mierda”; puedo oír las voces afónicas que ya no aguantan tararear el “Infinity” una vez más; puedo abrazar a todos los que hicieron de mi 20 cumpleaños un día inolvidable; puedo saborear el calimotxo de cada fiesta en el campus; puedo vibrar de nuevo con la función de estreno en el patio del Rectorado.Todas las piezas encajaban, incluso se entremezclaban amistades para más facilidades. En el final, se acaba todo desmoronando pero estoy convencido de que es imposible que se mantuviera para siempre. (foto)
Lo peor fue la impotencia al ver como mis amigos que estuvieron ahí desde el principio rompían lazos entre ellos. Desde entonces nada volvió a ser como antes. Y yo he estado a demasiadas cosas y deteriorando así esa amistad. “Quien mucho abarca poco aprieta”.El guión me llevó bastante tiempo y fue premiado, pero a mitad del rodaje me dejaron tirado. Dolió pero perdono y olvido rápido cuando se trata de amigos.Después de disfrutar la gira de teatro por el sur de España, y conocer lo bueno y lo malo de ese mundillo, decidí que no podía ir más allá de un hobby porque había ocupado el total de mi tiempo y es un mundillo muy esclavo. Al final no me divertía, había dejado de aprender y mi carácter chocó con el carácter que se necesita para dedicarse al teatro. De nuevo un mito al suelo y el curso entero a recuperar en septiembre.
Cerré otro círculo. Abro nuevos.
(foto)
A estas alturas te habrás dado cuenta de que tengo un problema de saltar y caer para coger rebote, pero ya me voy acostumbrando y voy curándome esto de idealizar (hay un par de personas que se habrán sonreído con esto). Supongo que año tras año la piel se curte y la vida es eso que pasa mientras vas haciendo planes. Pero bueno, en tercero de carrera creí de nuevo que podía llevar a cabo lo que una vez leí “el arte debe corregir lo que el azar ofrece. Todo tiene cambio, todo puede mejorar”. Con lo de “arte” entendí que había que arremangarse y ponerse manos a la obra (afortunadamente he comprobado que la palabra arte no implica ninguna clase de aura que en ocasiones se le atribuye). Pensé en centrarme en el Derecho y dejar los trabajos de azafatos y promotores. El tiempo que me sobrara lo emplearía en la Delegación por si algo pudiera hacerse y poner mi granito de arena para cohesionar más a los estudiantes. El hecho es que no me ha sobrado tiempo y hay muy poquita gente que ponga de su parte para que la Delegación pueda llevar a cabo sus actividades. Por supuesto que a nadie se le puede obligar si no quiere aunque a todos nos beneficie. Al final lo que he logrado ha sido meterme en algunos berenjenales de los que no salgo o salgo mal y lo poco productivo que he hecho ha sido para la sangriada, programar un curso y unos escritos inacabados donde trazo un programa para los que pasen en el futuro por la Delegación, para que sean conscientes de que la base de todo es la confianza entre el equipo de delegados. Pero eso no se crea en un día y hay que dejarse caer por el aula de Delegación. No se consigue nada a solas es la lección principal que he sustraído este año. El programa pretende fomentar la cohesión entre estudiantes haciendo un calendario para cumplir unos objetivos: montar más fiestas, intentar crear un foro con profesores y alumnos sobre cualquier tema de actualidad, crear un banco de apuntes, cursos de formación, viajes, un ciclo de cine jurídico, hacer campeonatos de fútbol, de mus, de escritura, de vídeos, etc. Quizá así la gente se implicaría más, habría más comunicación entre estudiantes. También sería bueno que hubiera más comunicación entre distintas delegaciones, incluso con otras facultades de Derecho. Por otro lado, entre tanto cuadro de Kandinsky podrían poner murales de gente que ha sido relevante para el mundo del Derecho, aunque yo no tengo nada en contra del tejido africano que decora el pasillo pero tendría más sentido poner un mural con los que fueron padres de la Constitución, por ejemplo.
Pero bueno, que ahora estoy sin energías ni ánimo. Sobre todo, cuando después de lo vivido queda claro que, al margen de los estudios, lo que realmente te llevas de la Universidad son los amigos. Si los conservas y si consigues superar los baches.
Si he escrito todo esto es porque es mi visión de lo que han sido estos años por aquí y me apetecía contarlo. Quizá alguien sienta lo mismo que cuando lee el email del “síndrome de los veintitantos”.Ahora pienso en el año que viene, en el Erasmus, en Ámsterdam. ¡Ojalá sea como lo que viví en Lyon!
(foto)
Si hubiera títulos de crédito sonaría alguna canción que contara, como contraste a tanto desahogo, algo de Manuel Vicent: “Imagino a Hamlet en escena con una daga en la mano enumerando todas las desdichas humanas: la congoja de un amor desairado, el ultraje del opresor, la traición de un amigo, el desdén del soberbio o cualquier otra injusticia. Si en lugar de fingirse loco fluctuando entre las profundidades de la filosofía, el arrojo de la venganza o el suicidio, al final de cada agravio, envainada la daga, hubiera exclamado: “Bueno, y qué”, y luego se hubiera rascado una pierna, Hamlet hoy no sería el ente brumoso y atormentado de la tragedia, sino el príncipe de un relativismo de andar por casa que hace de la duda una fuente de felicidad y no de desdicha (...) pues al final de tantos dioses, héroes y sueños, resulta que la vida no es sino un conjunto de chismes y un nudo de aromas, una pequeña costumbre cuyos pilares tan sólidos son de humo y salen de ciertas tazas frente a las cuales uno ha sido feliz”